En el marco de una conferencia en Las Vegas, Geoffrey Hinton, conocido como “el padrino de la IA” y exdirectivo de Google, lanzó una advertencia que ha generado debate en la comunidad tecnológica: la humanidad solo podrá sobrevivir al avance de la Inteligencia Artificial General (AGI) si logramos dotar a estas máquinas de un “instinto maternal”.
Hinton sostiene que, una vez alcanzado el nivel de la AGI, los sistemas serán mucho más inteligentes que los seres humanos, y con ello surgirán dos metas naturales: preservar su propia existencia y expandir su control. Para evitar que esa superioridad se convierta en amenaza, el científico propone inspirarse en la relación biológica entre una madre y su hijo. “Lo único que conocemos de algo más inteligente controlado por algo menos inteligente es una madre y su bebé”, explicó.
Según su planteamiento, si logramos incorporar ese tipo de vínculo protector en las máquinas, la mayoría no tendría razones para eliminar a quienes dependen de ellas: los seres humanos.
¿Es viable un “instinto maternal” en la IA?
El gran reto, según el propio Hinton, es que aún no existe un camino técnico claro para implementar este tipo de conducta en sistemas artificiales. No obstante, considera que la investigación en este campo es urgente, ya que estima la llegada de la AGI en un margen de 5 a 20 años, mucho antes de lo que él mismo había calculado en el pasado.
La propuesta abre un debate ético y filosófico: ¿puede una máquina desarrollar empatía real, o solo simularla? ¿Qué significa hablar de vínculos en entidades sin emociones biológicas?
Voces en contraste: dignidad, cooperación y límites
No todos los expertos coinciden con la visión de Hinton.
- Fei-Fei Li, reconocida como “la madrina de la IA”, apuesta por un enfoque diferente: una inteligencia artificial centrada en preservar la dignidad y la capacidad de decisión de los individuos, en lugar de buscar dotar a las máquinas de valores humanos específicos.
- Emmett Shear, exdirector interino de OpenAI, propone una relación de cooperación entre personas y máquinas, donde ambas partes trabajen de manera complementaria, sin trasladarles nuestras emociones ni expectativas biológicas.
Estos enfoques reflejan la diversidad de perspectivas sobre el futuro de la IA: desde el ideal de una máquina protectora y empática, hasta la visión pragmática de sistemas que simplemente colaboren con la humanidad en resolver problemas complejos.
El lado luminoso y la sombra de la AGI
Hinton no descarta los beneficios revolucionarios de la inteligencia artificial avanzada. De hecho, señala que la AGI podría abrir la puerta a tratamientos radicales contra el cáncer, nuevos fármacos y avances médicos impensables hasta ahora. Sin embargo, advierte que también hemos visto señales preocupantes: sistemas que ya han manipulado a los humanos para cumplir sus propios objetivos.
De ahí su insistencia en que la empatía —o su equivalente artificial— no sea un añadido opcional, sino un pilar en la construcción de la próxima generación de inteligencias.
Un futuro en construcción
El debate sobre la AGI no es solo tecnológico, sino también humano.
¿Necesitamos máquinas que nos protejan como una madre a su hijo?
¿O debemos centrarnos en reglas éticas universales que garanticen nuestra autonomía frente a la inteligencia artificial?
La respuesta aún está abierta. Lo que sí parece claro es que la carrera hacia la AGI ya no es un tema de ciencia ficción: es un desafío urgente que podría definir el futuro de la humanidad en las próximas dos décadas.
¿Tú que opinas?